Tengo un buen amigo que es Porteño. Cuando alguien le oye su inconfundible acento del bajo Belgrano, no duda en afirmar: «¡Ah, tú eres argentino!». Su respuesta con mueca de desagrado nunca se hace esperar: «Nooooo, pibe. Argentino, es alguien como Alejandra que es de Córdoba. Yo soy Porteño, no te vayas a confundir». Eso lo dice mientras agita el dedo índice de lado a lado, sin mover el resto de la mano, con la chulería de un ser superior.

Mi amigo no tiene inconveniente en que le conozcan ustedes. Se llama Jorge del Corro, natural del Gran Buenos Aires de los años 40 y tantos. Ha vivido años, pero sobretodo, ha vivido todo tipo de experiencias que las horas de mate me ayudan a incorporarlas a mi cultura general.

Jorge del Corro milongueando

En estas largas mateadas, en las que hablamos de acá, de esto y de lo otro, también se unen los que están en nuestras vidas. Ellos, que no tienen la suerte de haber nacido o vivido en la cultura argentina, y que tienen otras suertes, alternativamente, les causa grandísima curiosidad nuestro lenguaje, a pesar de estar cocinado con el español. A estos queridos compañeros les cuesta entender, a veces, las expresiones más profundas de ese lenguaje del campo argentino. O las frases pertenecientes al lenguaje que inventaron los porteños: el lunfardo. Otras veces, simplemente se ríen con el ingenio argentino.

En ese lenguaje, a una mujer se le dice jermu. Veo que ya entendieron parte de la dinámica del lunfardo.

Pues aquí les muestro una pequeña recopilación de esas frases que, tanto argentinos como porteños, usamos a menudo para la risa o la curiosidad de nuestros compañeros de mateadas.

Si se acuerdan de alguna más, no duden en comentar. Espero que las disfruten.

Estar al pedo como oreja de sordo. Estar al pedo como bocina de avión.

Cuando no tiene uno nada que hacer y está ocioso.

Esta persona es iglesia abandonada.

Porque no tiene cura.

El gaucho está triste, se le murió el pingo.

Es un doble sentido, porque en Argentina, el pingo es el caballo y también el pene.

Hay comida para tirar parriba.

Cuando hay muchísima comida.

Asco le tengo al frasco.

Cuando se está bebiendo mucho alcohol.

Sin mosca en la leche. Sin mosquito en la sopa.

Para decir que uno es tan pobre o tiene tan poquito para cocinar, que ni siquiera está la mosca que caiga en la leche, o el mosquito que caiga en la sopa.

Agrandado como alpargata de gordo. Agrandado como galleta en el agua.

Para referirse al ego de una persona.

Tirar manteca al techo.

«Ni que fuéramos ricos para tirar manteca al techo».

Sacar los trapitos al sol.

Sinónimo de “sacar los trapos sucios”. Reprocharse cosas. O hablar de cosas personales fuera de casa con una tercera persona.

Pasar a alguien como alambre caído.

Adelantar a alguien muy rápido.

Meter violín en bolsa y pegarse el piro.

Para decir que vas a recoger tus cosas e irte.

Más aburrido que chupar un clavo.

🙂

Dejá de joder con tanta frula.

Parar un poquito de hacer el amor, para no cansarse tanto.

Es más antiguo que la injusticia.

🙂

Tengo el comedor nuevo.

Tengo la dentadura nueva.

Eso lo tomo una vez cada muerte de obispo.

Eso lo tomo muy de vez en cuando.

Ella pisó el palito.

Ella cayó en la trampa.

Asustado, como perro en canchebocha.

En Argentina se juega mucho a las bochas. Es parecido a la petanca pero con bolas más grandes y ruidosas al chocar. Se llaman bochas. En una cancha de bochas (canchebochas se diría digamos de manera callejera), un perro con tanto ruido, imagínense el pobre cómo estaría.

Perdido como turco en la neblina.

En la época de los años 50, probablemente en otros momentos también pero no lo sé, los turcos solían dedicarse a arreglar colchones de lana y la venta de ropa por las casas. A menudo tenían que ir por las afueras para vender a casas apartadas en el campo. La neblina de esos lugares solía ser tan espesa, que a 1 metro ya no se veía. Si encima no conoces el lugar porque estés recién llegado, pues acabarías perdido fácilmente…. y dándole nombre a una frase hecha.

Manguero. ¡Ah, no seas manguero, che!

Pedigüeño. Que no pidas tanto, che. Se dice así porque los nenitos, para insistir en sus pedidos, te tiraban de la manga. De ahí que alguien que insiste mucho pidiéndote algo se le llame manguero.

 

Espero que se animen a comentar para ir enriqueciendo este recopilatorio. Un abrazo milonguero!

Alejandra Sabena.

Dimes y diretes de un argentino