Este año, la Feria de las Naciones ha estado dedicada a Argentina. Por tanto, el folclore argentino, sus tradiciones y sus danzas han sido la protagonista entre un público muy numeroso y muy interesado en compartir su cultura.
Un grupo de alumnos de la Escuela de Danza de Alejandra Sabena Tango, ha presentado un espectáculo que destaca por mostrar un conjunto de historias de vida que se entremezclan.
No faltó el humor, el baile de calidad y la muestra de los hábitos humanos que se encuentran entre los apasionados de cualquier danza. Muestra realidades, con una sensibilidad y un realismo que permite que cualquier persona se vea identificada en alguno de los personajes de la muestra, aunque no baile tango.
Quiero agradecer muy especialmente a estos valientes alumnos que quisieron disfrutar de este día y de los ensayos previos:
Sofía Bosio, Arturo Moreno, Jorge del Corro, María José Conejero, Manuel Rovayo, Lola, Ismael Domínguez, José Antonio Daza, Carlos, Emi, Ángel Barroso, Isabel Martínez, Concha, José Luis, Lourdes, Salomé, Javier, María Alcalá
También quiero darles mi más cálido agradecimiento a todos los que no estuvieron encima del escenario, pero nos apoyaron como siempre lo hacen, incondicionalmente. Sin vuestro cariño, esto no funcionaría. Un abrazo muy muy muy fuerte!
María Alcalá participó como uno de los personajes que pueden estar en una milonga. Se da la circunstancia que María es, además, una maestra de las letras y la literatura y nos ha regalado el siguiente relato, a modo de crónica de lo vivido por su personaje. Muchísimas gracias por tu arte, María.

No estamos para milongas
(Crónica de ficción basada en hechos reales)
MILONGA FERIA DE LAS NACIONES 2018 – 30-09-2018
Prado de San Sebastián. Sevilla.
Fuentes y redacción: FOCACROSA (Finas Observadoras. Comentaristas Agudas. Cronistas Salerosas)
Comenzamos la presente crónica con algo de información acerca de nuestra empresa. Surgió FOCACROSA de la convicción de dos mujeres (nosotras) de que a todo el mundo le gusta rajar –otra cosa no, pero rajar…- y también de que en este terreno del mal llamado “viborismo” hay mucha afición y poca profesión de calidad. Vimos en esto un interesante nicho de mercado, teniendo en cuenta nuestras cualidades en este campo.
Esas dos mujeres (nosotras), por razones obvias de seguridad en esta profesión de riesgo, recibirán en esta crónica los nombres ficticios de “Compi-E” y “Compi-M” (lo de “Compi” no viene de ‘compinche’, como dicen las malas lenguas, sino de ‘compañera de trabajo’).
Convencidas, por otra parte, de que junto a una gran mujer hay otra gran mujer, fundamos esta empresa con un escrupuloso respeto de la paridad, entendida por nosotras como la conveniencia de que en una empresa lo ideal es que haya mujeres a pares. Así pues, entre ella y yo ocupamos todos los cargos de la empresa colegiadamente, menos la redacción, que Compi-E me ha dejado solo para mí (Compi-M). Reconozco que ella, como observadora y comentarista, es lo más, pero, modestia aparte, a desparpajo en esto de la redacción no hay quien me eche la pata. El resultado es una labor de equipo de la que nos sentimos muy orgullosas. En lo nuestro hay gente con mala idea, pero gente malaje, sin gracia. Nosotras, sin desmerecer en lo de la mala idea, intentamos poner, además, algo de sal y pimienta a la cosa.
Criticar, chismorrear, vestir de limpio, poner a parir, o a caer de un burro, poner verde, como los trapos… Esto es lo nuestro, y a mucha honra. También, enredar, traer y llevar… lo que se dice liarla con disimulo siempre que se pueda.
Tres son los pilares sobre los que se asienta nuestra re-putada labor:
- Aspecto físico: Se trata de observar al objetivo – o a “la objetiva”- de pies a cabeza y viceversa, sin perder detalle.
- Estado de ánimo: Se trata de percibir, por las señas faciales y corporales, cómo está de ánimo el objetivo – o “la objetiva”-. Por ejemplo, si trae cara de haberse dado una alegría para el cuerpo o, por el contrario, de haber recibido un requerimiento de Hacienda.
- Las relaciones humanas (nuestro punto fuerte): Entran en este apartado todo tipo de líos de sociedad; cuanto más de negativo se encuentre en ellos, más éxito tendrán nuestras crónicas, comprobado.
Después de esta información introductoria, que a la mayoría de ustedes les importará un pito, pero que forma parte del marketing de la empresa, vayamos a la milonga en cuestión. Añadamos solamente que, para facilitar la labor de observación sin despertar reservas en los “objetivos” y “objetivas”, es fundamental pasar inadvertida, asimilarse al medio de que se trate en lo que a aspecto externo se refiere.
Pues bien, en este caso, ya que es costumbre en las milongas que las féminas acudan ataviadas de manera que vayan luciendo palmito, Compi-E, que tiene un palmito la mar de mono, se presentó allí enfundada en un vestido corto de tirantas, de encaje color verde mar, y subida en unas coquetas sandalias con taconazo. Iba estupenda. No le faltaba un perejil.
Yo, por mi parte, consciente de que lo mío, más que palmito, entra en el rango de palmera datilera, opté por un camuflaje étnico. En vista de que la milonga era en Sevilla, y en una feria, fui a lo seguro: traje de lunares, perfecto para pasar desapercibida en una feria en Sevilla. Colgados de mi cuello y mis caderas, camuflados como simples accesorios, llevaba yo, respectivamente, un bolígrafo y una libretita (pequeña, pero con muchas hojitas; daba para mucho). Es mi instrumental, necesario para anotar in situ lo observado y comentado entre Compi-E y yo. Si alguien, picado por la curiosidad, me preguntaba por el particular, yo respondía que yo iba a la milonga de apuntadora. La persona en cuestión no entendía nada, claro (¿qué pinta una apuntadora en una milonga?), pero entonces a su cara de desconcierto respondía yo con expresión agria, como de persona que tiene mal contradecir, y la espantaba. Es que hay gente que se mete en lo que no le importa, y eso me puede.
En cuanto a la milonga, nosotras llegamos cuando ya habían terminado unas actuaciones que, según nuestros contactos, habían sido muy aplaudidas: la de un señor mayor muy elegante, argentino con denominación de origen, seguida de un cuadro de baile con tanguera y dos tangueros, que dicen que estuvo espectacular, y de otra de una pareja formada por una chavalita de unos 11 años y un chico algo mayor que ella, jóvenes promesas del tango los dos. Como todo eso nos lo perdimos, nos limitamos a recoger aquí lo expresado por nuestros contactos.
En lo que se refiere al aspecto físico de la concurrencia, no nos es posible detallar mucho, porque en las milongas, entre la semipenumbra y las vueltas que da la gente bailando, se pierden muchísimos detalles. Nos limitamos, pues, a una visión general.
(ADVERTENCIA: puesto que allí no conocíamos a casi nadie, a cada cual se le irá dando en esta crónica la denominación que nos venga en gana, para que pueda seguirse sin perder el hilo).
Empezando por el sexo fuerte (las mujeres, claro), el atuendo iba desde la discreción de la Lady (toda una señora de los pies a la cabeza) al desbordamiento corporal de otras (ya concretaremos…). El modelo de aquella lo mismo puede servir para una milonga que para asistir a un bautizo. Las del desbordamiento lucían pierna, escote, talle, transparencias… ¡La apoteosis de la sensualidad! Estas, mejor que no se presenten así en un bautizo, si no quieren liarla. Entre la discreción y el desbordamiento había también alguna que otra variante intermedia.
En cuanto a los caballeros, podríamos calificarlos en su aspecto externo como variopintos y de buen ver; “bien presentados”, como se dice en el toreo… Excepto uno, que no sabemos de dónde habría salido. ¡Vaya mala pinta y, sobre todo, vaya tufo que echaba! Antes de dejar entrar a alguien así en una milonga, se tendría que evaluar el impacto medioambiental de su presencia: a Compi-E la dejó a la pobre al borde del coma cuando la sacó a bailar, al principio. Luego, se ve que, con los movimientos y vueltas del baile, fue yéndosele el pestazo y a la vez se fue impregnando de los perfumes de las tangueras, porque yo al final bailé con él y, sí, olía aún un poco, pero dentro de lo soportable. Desde aquí pensamos que ese hombre (el Delito Ecológico es su merecida denominación), con unas horas en remojo, unos buenos refregones con estropajo y desincrustante, colonia, desodorante, su ropita limpia, unos arreglos en el pelo, un modelo de gafas más normalito… en definitiva, con una buena inversión en aseo e imagen, ese hombre quedaba para estrenarse. Y ahí lo dejamos…
En lo referente a estados de ánimo, la tónica general era –mala cosa para lo nuestro– de felicidad y a la vez tranquilidad; de alegría de vivir sin más. Chungo, porque eso da para poco en una crónica de las nuestras. Pero, en fin, de donde no hay no se puede sacar.
Algo comentable encontramos, de todas formas: un hombre muy serio muy serio (de ahí su denominación: el Hombre Muy Serio), alto, que parecía que miraba al horizonte. Bailé con él, pero no logré sacarle información ni chisme alguno. Sí me pareció –yo en estas cosas soy un lince (hembra)- que tras esa seriedad, tras esa cara de puerta cerrada, podía ocultarse un ángel.
También observamos que la Lady parecía bastante triste y desubicada. Compi-E, que es todavía más lince (hembra) que yo para estas cosas, nada más la vio, comentó: “Esa señora, seguro, nunca tuvo novio. ¡Pobrecita!” Pero, en un momento en que estaba la Lady apartada y medio llorando, se le acercó un hombre con buena planta (el Madurito de la Corbata Roja) y la sacó a bailar. La pobre no se lo creía; estaba como loquita.
Observamos entonces que hacían buena pareja, que desde el primer momento había química entre ambos. A los dos pasos, parecían ya un matrimonio de toda la vida. ¡Cosas del tango! Y suponemos que después de la química vendría la física. Desde aquí, y aunque sea desviarnos de nuestra línea habitual, esperamos que la pareja tuviera una buena noche y una buena iniciación. Nunca es tarde para iniciarse en según qué terrenos de la vida (en el tango y en otras vivencias…).
Hemos entrado ya así en lo social, y continuamos con ello reparando en un hombre que iba, más que enchaquetado, empaquetado en una chaqueta, con una flor en la solapa. Bailaba y miraba con gesto enamorado a su pareja (ella iba de fucsia, fina y elegante; sin desbordamiento, aunque con generosa raja en el vestido). Llegado un momento, el Novio Empaquetao entregó un anillo –suponemos que de compromiso- a la Fina Prometida. (La gente le echa valor a esto del matrimonio, como comentamos mi compañera y yo).
Fue también muy comentado (por nosotras) lo de un tanguero que irrumpió allí con mucho brío y se marcó un baile con tres tangueras (sí, con tres a la vez). A ese ya lo conocíamos nosotras y sabemos su nombre, pero para esta crónica su denominación será el Trifásico. Está casado con una Gran Artista de la danza y el tango. No es por darnos importancia, pero debéis saber que mi compañera y yo la conocemos per-so-nal-men-te. Sí, sí. Hemos conversado con ella en más de una ocasión per-so-nal-men-te, y hasta nos trata de ‘vos’.
Ella es una mujer que vale por varias. Suponemos que estaría de gira, porque por la milonga no apareció, y se ve que al marido, con esa mujer que tiene, bailar con una sola se le debe de quedar en un diente; así que se arrancó y bailó con tres a la vez.
Esas tres eran, cada una en su estilo, de las del desbordamiento. Una (la Jipiprimaveral) rubia, con minifalda y arreglada estilo jipiprimaveral (de aquí su denominación); otra (la Morena con Gancho), morena y con amplia raja en la falda; por último, otra que iba de rojo, con unos encajes, unas ceñiduras y unos meneos, que con cada golpe de cadera iba dando un cañonazo (de aquí su denominación: la Cañón).
Lo contrario del Trifásico era un muchacho (el de Efecto Retardado) que se pasó un rato en una esquina. Agraciado de cara, pero muy paradito; sonriente, pero en modo perchero. Teníamos ganas de que se moviera para verle los andares y las hechuras. Pero cuando se puso en movimiento (es un decir), era todo a cámara lenta, como si una pierna le pidiera permiso a la otra para avanzar. En ese plan, el muchacho tardaba ni se sabe en llegar a su “objetiva”, y se perdía parte del baile.
Siguiendo con lo social, también llamó la atención de la concurrencia el baile de un tanguero que parecía profesional (el Figura) con una exuberante mujer (la Monumental) elegantemente vestida de negro -aunque con riesgo de desbordamiento en segmento superior- y que calzaba unas bonitas sandalias rojas.
Y hemos dejado para el final el numerito que montó una chica que llegó, algo sofocada, con un bolso bastante grande. Un señor mayor, que vestía pantalón con tirantes, la invitó a bailar, sin saber el pobre hombre lo que le esperaba. La chica, muy mona y muy bien arreglada, resultó que era medio cegata ¡y pava como ella sola! Precisamente sonaba en aquellos momentos “La Pavadita”, ¡ni al pelo! Resulta que el bolso lo traía lleno de zapatos, y no daba con los que le valían: se quitaba unos, se ponía otros, se los quitaba… y los iba tirando por allí. Los que no daban problema con el tacón, lo daban con la suela o con otra cosa. Un desastre. Y el Caballero Paciente, espera que te espera.
Al final, cuando por fin dio ella con los zapatos que le iban bien, al primer paso de tango que se marcaron, se acabó la música. Desde luego, él era todo un caballero, porque otro, en su lugar, se planta y le dice a la Zapatera Prodigiosa: “Mira, tú. Vete a probarte zapatitos al mercadillo del Charco de la Pava, que es lo tuyo”, y la deja por imposible. (Lo de la Zapatera Prodigiosa lo he copiado de Lorca, sí. Las que nos dedicamos a lo nuestro también tenemos nuestra culturilla).
Para completar la presente crónica sin dejarnos nada en el tintero, tenemos que aludir al camarero que servía en la milonga, un joven recortadito de cara e impecable en su atuendo, con una raya en el pantalón marcada al hierro candente. Al Camarero Impecable se le iban los ojos con los que bailaban, como queriendo aprender. Nunca se sabe: lo mismo se empieza de camarero en una milonga y se acaba en un escenario o montando una academia. Parecía algo cansado, y le comentó después a uno de nuestros contactos que casi tuvo que echar al Figura y al Trifásico porque a la hora de cerrar, cuando ya no quedaba allí nadie más, se liaron a dar pasos de tango y a hacer filigranas en la pista. Es que hay gente que con esto del tango no tiene hartura.
Y solo queda ya aludir a una mujer y a un hombre que estaban a la entrada del local, recibiendo y despidiendo a los asistentes. Él daba la mano a cada cual, ayudando a subir o a bajar la escalera de acceso a la pista de baile (era de agradecer, porque la escalera dichosa tenía malaje) y ella daba su sonrisa –“luminosa”, decía la gente- y ayudaba en lo que hiciera falta. Ya cuando llegamos y vimos el buen gesto que tenían los dos y el ambiente general, nos dijimos: “Mal empezamos. Parece que hoy aquí no nos vamos a comer una rosca en lo nuestro”…
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Sí, sabemos lo que están pensando ustedes después de leer todo lo anterior: esto no es lo que se espera de una crónica de FOCACROSA. Pero ¿qué quieren ustedes? Nuestro punto fuerte son las zancadillas, las malas miradas, las envidias, las puñaladas traperas…en resumen, los malos rollos. Nosotras no tenemos la culpa de que en esa milonga no hubiera nada de eso, sino todo lo contrario. Hemos sacado lo que hemos podido y hemos rellenado con otras cosas.
Prometemos, eso sí, no volver por allí. Así no se puede trabajar en lo nuestro, con esa falta de materia prima.
Por otra parte, hemos oído campanas de que los Servicios de Inteligencia (CNI) andan interesados en nosotras. Hacen bien. Ni comisiones de investigación ni nada. Si nos dejan a este par de mujeres, en dos telediarios ponemos en danza a medio país. ¿Que no?
FOCACROSA
Con cariño y profunda gratitud para todos vosotros, en recuerdo de tantos buenos momentos compartidos.
En especial, para Alejandra y Narciso, para Emi, Ángel y Carlos.
María Alcalá